

Recordamos la historia de Zaragoza (Salduie, Caesaraugusta, Saraqusta...) siempre ligada y motivada por estos ríos, ellos son la razón del emplazamiento de la ciudad, ellos han marcado mucha de nuestra historia...
Y después los recorrimos "pisando" sus orillas. Comenzamos en el Parque Bruil, en la ribera de la Huerva. Un río pequeño, estrecho, de orillas cortadas, encantador... que nos trae efluvios de las sierras ibéricas turolenses. Maltratado en las últimas décadas en este tramo final, incluso enterrado, está recuperando parte de su encanto y su caudal natural, y se nota, volviendo a ser un río con el que disfrutar


El Huerva -la Uerba- desemboca enseguida en el bullicioso Ebro. El gran río, ancho, de gran caudal, origen de una extensa cuenca. Aunque no olvidemos que es un río mediterráneo: grandes crecidas en invierno, grandes estiajes en verano. Un río que recorre paisajes de yesos, por lo que lleva muchas sales y sedimentos disueltos, como la abundante presencia del tamariz en sus orillas nos recuerda.
Y descendiendo por el Ebro, y cruzando a la otra margen, llegamos en muy poco tiempo a nuestro tercer río: la desembocadura del Gállego. Un río poderoso, impetuoso, cargado de la energía de los Pirineos, de las nieves de sus cimas, que nos llegan entre cantos rodados de granito e incluso hasta hace poco de especies como el tritón pirenaico. A pesar de los esfuerzos por contaminarlo (con Inquinosa a la cabeza), por reducirlo con pantanos.
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Parte del grupo en la desembocadura del Gállego en el Ebro |
Y aquí, en esta desembocadura que es una explosión de vida -gaviotas y garzas nos sobrevuelan, los milanos observan desde el aire, los aviones comunes rozan las aguas en busca de insectos- damos por concluido este recorrido.


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